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Se ha ido Gustavo Rodríguez Zárate, El Cura del Morral, el defensor de los migrantes

  • Escrito por Álvaro Ramírez Velasco

 

El 6 de mayo, cumplió 48 años desde su ordenación; “siempre me ha molestado, del clero, creerse una casta aparte, superior; eso no va conmigo”

 

Hace poco más de un mes, el padre Gustavo Rodríguez Zárate cumplió 48 años de su ordenación sacerdotal, que oficialmente ocurrió el 6 de mayo de 1973.

 

En realidad, su ejercicio pastoral fue de más de medio siglo, porque por la convulsión de finales de los años 60, cuando salió del Seminario, sumado a su carácter rebelde y su cercanía con grupos entonces considerados de izquierda y hasta tildados de comunistas, aquel joven religioso fue postergado un par de años de su unción formal como cura de la Iglesia Católica.

 

Este jueves 24 de junio, el también conocido como “El Cura del Morral”, un indiscutible líder social, aquél tan cercano a los indígenas y a los migrantes, quien por más de cuatro décadas se convirtió en un defensor de sus causas y de sus derechos, murió, tras la lucha contra un cáncer que, prácticamente, lo inhabilitó de muchas actividades, desde principios de este 2021.

 

“Que su ejemplo nos impulse a seguir trabajando para promover en el mundo el Reino de Dios, con caridad y justicia, especialmente entre las personas, que por necesidad tienen que dejar su tierra, su familia, sus orígenes”, se le en la publicación en Twitter, que acompaña la esquela de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

 

Las condolencias también han venido de casa, de la Arquidiócesis, en donde el arzobispo Víctor Sánchez Espinoza lo tenían siempre como uno de sus sacerdotes más cercanos.

 

Décadas de lucha

 

Nadie como él en Puebla y, posiblemente en todo el país, defendió tanto a este grupo que vive en circunstancias terribles, lejos del hogar, con un horizonte lejano incierto y sin ninguna garantía; sin alimentos y sin nada. Esos hombres, mujeres y los niños, que no además de la indigencia económica, están en la ausencia de nacionalidad, los migrantes y los transmigrantes, como el bautizó a quienes están en tránsito.

 

La conciencia social la heredó desde la cuna, la aprendió de su papá, un líder obrero, y fue enriquecida con la esencia propia de una vocación rebelde, en la elección de un camino de vida y de servicio, que dedicó a las causas de los más débiles, entre ellos, los migrantes y los indígenas.

 

Las redes sociales se han inundado de tristeza y pésames, por la muerte del padre Gustavo, a le sobrevive su hermano, también sacerdote, y su madre, quien ya tiene 104 años.

 

La Parroquia de la Asunción

 

Alrededor de la Parroquia de la Asunción, en la ciudad de Puebla, se vivieron a lo largo de todos estos años muchas manifestaciones de fe y milagros de amor, para los migrantes los indígenas los desposeídos.

 

Gustavo Rodríguez, el padre el padre Gus, en su pequeño departamento de detrás del templo, solía reunirse con amigos, los jóvenes llegaban a cantar, a conversar, a un sinfín de actividades.

 

En las paredes de su hogar, solía tener, entre las fotos de su madre, del arzobispo, de sus amigos, también retratos de Emiliano Zapata y del subcomandante Marcos.

 

Nada en su labor lo venció, ni lo debilitó, en su esfuerzo como responsable de la Pastoral de la Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Puebla.

 

Encabezó un sinnúmero de veces la caminata de la Antorcha Guadalupana, desde las comunidades del estado, que tantos paisanos han expulsado, durante semanas enteras a pie y en condiciones difíciles también en transporte, hasta llegar a la Catedral de San Patricio, en Nueva York.

 

Ha dejado Gustavo Rodríguez Zárate enseñanzas por doquier. Muchos periodistas fueron sus amigos. También algunos políticos, aunque desconfiaba de las élites, incluso la eclesiástica.

 

“Siempre me ha molestado, desde el Seminario, el clericalismo. El creerse una casta aparte, superior, del clero y eso no va conmigo, ni con la Iglesia, ni con Jesús. Y eso el Papa Francisco lo ha atacado fuerte, de que seamos sencillos, que no seamos aferrados al poder o al dinero, sino cercano a las comunidades y por eso siempre he luchado”, dijo con énfasis en una entrevista con Contra Réplica Puebla y este reportero, en mayo de 2020, precisamente en ocasión de sus 47 años de ordenación.

 

A sus 78 años, el padre Gus ha tomado su morral ahora el mismo se ha vuelto un migrante, desde este plano terrenal.

 

Junto con las condolencias ha venido también una suerte de fe en que este hombre por sus obras llenas de fe, búsqueda de la justicia y caridad, se ganó ya la Gloria en esta tierra.

 

En la Parroquia de la Asunción, con sus modestos recursos, instaló un albergue de no son más de unos cuantos cuartos, con literas, pero que muchas veces le salvaron la vida a quienes él llamaba transmigrantes, los centroamericanos en pasó hacia Estados Unidos, que tan sólo por el territorio poblano se calcula que son un número de 150 mil al año, según cálculo del Instituto Nacional de Migración.

 

Pocos lo saben, porque él no lo decía voz en cuello, pero incluso debió enfrentar a la delincuencia organizada, para arrancar de sus manos a los desposeídos que iban en búsqueda del sueño americano.

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